¿Qué es felicidad? ¿Cómo podemos alcanzarla?

¿Qué es felicidad? ¿Cómo podemos alcanzarla?

Si saliéramos a la calle a preguntar a la gente que consideran que es “felicidad” probablemente nos encontraríamos con respuestas como “conseguir el trabajo de mis sueños, más dinero, poder viajar todo lo que quiera, crear una familia, ser exitoso en los negocios, ser respetado, tener pareja, tener salud, tener más tiempo para mí, vivir experiencias intensas cada día…”

Todas estas respuestas son muy razonables y parecen tener sentido, pero si te fijas, en todas ellas aparece el mismo patrón:

Tiene que suceder lo que yo quiero que suceda para poder ser feliz.

Es decir, tiene que ocurrir esa circunstancia ideal que mi mente me dice que debe ocurrir para que yo entonces sea realmente feliz.

Y este es un patrón de pensamiento que la mente tiene grabado a fuego en su sistema de creencias, la mente cree que “felicidad” es que suceda lo que ella quiere que suceda.

La consecuencia de “comprarle” ese pensamiento a la mente es una falta de flexibilidad en nuestra experiencia de vida que desemboca  en el sufrimiento que produce no ser capaz de aceptar lo que sucede, no ser capaz de adaptarme al hecho de que lo que la vida me trae no es lo que mi mente ha proyectado.

La plenitud que la mente proyecta es siempre imaginada, siempre “futuro”, siempre “más adelante”. Nunca está aquí.

La mente se mueve entre el recuerdo del pasado y la proyección de un futuro deseado que nunca acaba de llegar. Ve el presente como un simple instrumento para alcanzar ese futuro o para quejarse de sus experiencias pasadas, pero nunca como un valioso tesoro presente que descubrir, lleno de paz, ligereza y satisfacción interna.

En contraposición a esto se encuentra la plenitud que ni depende de lo que sucede, de una persona o de una circunstancia en concreto.

Para descubrirla tenemos que empezar a cambiar el foco de nuestra atención, de lo externo a lo interno, de intentar conseguir el objeto que creemos que nos hará feliz (persona, trabajo, coche, casa, éxito…) a permitirnos reconocer esto que ya se encuentra en nosotros y es plenamente suficiente por sí mismo. En esta sencillez está la verdadera felicidad. La que es más duradera, porque no depende de lo que sucede en nuestra vida…

En este momento me gustaría hacer un inciso que siento que es muy importante, y es que la mente no es “tu gran enemigo” o “algo que te fastidia siempre que quieres relajarte un poco”.

La mente es inocente, te muestra lo que ha aprendido a lo largo de los años e interpreta lo que ocurre en cada momento desde esa perspectiva que le da lo que ha vivido.

Si lo que ha vivido es doloroso y traumático es normal que interprete el momento presente desde el miedo a ser atacada, desde la sensación de que hay algo ahí fuera que puede volver a hacerme daño como ya ocurrió en el pasado.

Si, por el contrario, aprendió aceptación y ternura de unos padres amorosos verá el mundo como un lugar más acogedor y abierto, se relacionará con él desde la confianza y la gratitud.

Por eso es muy importante no ver a la mente como un rival molesto al que superar sino como una consecuencia de lo que hemos vivido a lo largo de los años. Un patrón de relación con lo que nos rodea aprendido a través de nuestra experiencia en el mundo.

Siempre me gusta presentar a la mente como un folio en blanco que por sí mismo no nos cuenta nada, pero dependiendo de lo que escribamos en él puede convertirse en una película de terror, odio o ira, en una historia graciosa y divertida o en un cuento precioso de aceptación, amor y apertura.

Y aunque te pueda parecer increíble, tengo que decirte que la naturaleza de tu mente es apertura, aceptación, calma y serenidad. Pero su percepción está contaminada por las experiencias que ha vivido, por las ideas sobre si misma y sobre la vida que ha ido recolectando por el camino a lo largo de los años.

Es totalmente normal que cuando nos sentemos a practicar, la mente divague entre un pensamiento y otro o nos recuerde lo que tenemos que hacer más tarde. Es importante, que,  poco a poco, de una forma amable, cuando nuestra atención se vaya detrás de ese movimiento mental, la traigamos de vuelta hacia los dos elementos que vimos en la lección anterior, la respiración y la consciencia corporal.

Ten paciencia contigo y recuerda no ver a la mente como tu rival sino como alguien que necesita ser guiado hacia la tranquilidad del momento presente. Tu tarea es enseñar a tu mente a descansar en tu silencio interno, en la presencia serena que ya está en ti. Los hábitos se adquieren con el tiempo, se constante y amable contigo. Cuando sucedan momentos de ofuscación o te sientas incapaz, simplemente sigue constante permitiendo que tu atención vuelva a este momento, a la respiración y a ese darte cuenta de las sensaciones en tu cuerpo.